Cuando era chico, jugaba a la pelota con tres o cuatro amigos de la cuadra, imaginando un arco improvisado con un poste de luz o el portón del garage de alguna casa. También jugabamos en la escuela primaria, en alguna que otra hora de gimnasia, y no tan seguid en algún parque o plaza.
En edad de secundaria, el fútbol se pegó a la actividad del colegio por la gente, pero se despegó de su escenario. Con más autonomía geográfica y algún billete en vez de monedas en el bolsillo, empezaba la aventura de jugar en canchas de 5, alquiladas, con los compañeros más amigos. Más el hermano o el amigo de alguno cuando hacía falta, porque no llegabamos con la gente. O a veces, colarse en un partido de amigos ajenos (solo ajenos, no de lo) como el relleno salvador.
Y asi se empezó a tejer esa telaraña de gente conocida, pero no tanto. Flacos a los que veías todas las semanas, a veces en dos, tres o más ocasiones, pero siempre en la cancha, y pateando la pelota. Flacos de los que normalmente no sabías el nombre de pila, apenas el apodo y el cuadro del que era hincha. Flacos de los que sabías si era habilidoso, si le pegaba bien a la bocha, si corría, si marcaba, si metía, si atajaba, si tiraba caños, si trataba de afanar los laterales, etc.
Pero de los que no sabías absolutamente nada de su vida, salvo algún detalle esporádico que se colaba de vez en cuando. "Es judoca" . "Es tan bruto que suma 2+2 con los dedos, y encima le da 3 y medio" . "Es el hijo de la hermana de la profesora de Castellano" . "Juega al handball en Ferro" . "Todavía está en primer año" . "El viejo es cana". "Es de la barra de Platense". "Yo que sabía, no es amigo mio, apenas jugué un par de partidos con él en otro lado". Y cosas de ese estilo, anecdóticas, totalmente intrascendentes para la relación y lo que importaba, que era el fútbol.
Con el correr del tiempo, pasé la mayoría de edad, y a esa altura ya era muy borrosa la referencia de dónde conocía a tanta gente, y aprendi el término "amigo del fútbol". Las vueltas de la vida no eran muy complicadas por ese entonces, se resumían a ir a la facultad medio día y jugar al fútbol la otra mitad. Salvo que fuera fin de semana, porque entonces nos ibamos de joda, actividad que no congeniaba con las otras dos (lo se por experiencia, porque también tratamos de mezclarlas, con resultados nefastos). A 10 jugadores por partido, con un promedio de 4 a 5 partidos por semana, era mucha la gente que caia en esa categoría, y a la que veía a veces más seguido que a lo que uno llamaría más normalmente "amigo".
Pasaron los años, la vida fue dando más vueltas, y el promedio de partidos por semana se fue al descenso, pero el tamaño de la lista de "amigos del fútbol" no dejo de crecer, la envidia de cualquier adicto del Facebook. Seguimos en contacto, ya establecidos en lo que llamamos el Morumbí de Moreno. Nuestra cancha preferida, nuestro punto de reencuentro con viejos y nuevos conocidos.
Ahi, desde mi lugar de siempre, parado abajo de los palos del arco de la calle Zuviria de la cancha 3, lo conocí a Sapo (debería decir lo vi jugar, en realidad, pero con todo lo expuesto, creo que se entiende la frase). Flaco, alto, sencillo, amigo del hermano de un amigo de un ex compañero de primaria de un compañero de secundaria. El dato adicional era que jugaba ( o jugó, esos antecedentes siempre se magnificaban ) al futsal en San Lorenzo, y a veces lo gastaban que era medio burro con el tema de internet, sobre todo cuando se informatizó la organización de los partidos, y se reemplazó el teléfono por el mail. Después le agarró la mano, claro, como todos.
Pero con la pelota no era ningún burro, era una auténtica bestia en el buen sentido de la palabra. La llevaba cómo quería, para dónde quería, y a la velocidad que quería. No sólo era habilidoso, sino que corría, marcaba, metía, ordenaba al equipo. Y cuándo las papas quemaban, duplicaba el esfuerzo, y se cargaba al hombro al equipo, sin importar los troncos que lo trataban de ayudar, casi tratando de sacar peras de un olmo.
Algunos días lo sufrí en el equipo contrario. Era cruzar los dedos cada vez que se mandaba al arco, esquivando defensores como si fueran conitos. Era la esperanza de que el arco era chico, y la certeza de que seguro encontraba el momento para cerrar la jugada con una definición exquisita, una rabona o un caño. A veces, todo eso junto en una sola baldosa. A veces en dos o más, con el agregado de dejarme desparramado de vergüenza en el cemento verde.
También fue compañero de equipo, y pude disfrutar de esa satisfacción que sienten los toscos como yo jugando con un player de su clase. No importa lo malo que saliera el pase, el tipo siempre la recibía, la dominaba, y te la devolvía redonda, de forma tal que sin esfuerzo propio podías completar la pared. No importa lo fulera que parezca la parada, lo chiva que venga la mano, siempre podemos tirarsela con la mejor buena voluntad a Sapo y ver que nos saque victoriosos de este kilombo.
Hoy me enteré que el fin de semana se murió Ezequiel Saponare. Yo no lo conocía por ese nombre, para mi era simplemente Sapo. Se me ocurre que no debe ser el primer "amigo del fútbol" que fallece en todos estos años, capáz que hubo otros y yo no me enteré.
Pero de lo que estoy seguro es de que este se llevó una parte grande de fútbol con él, muy dificil de reemplazar.
Bonito epitafio...
ResponderEliminarHola, soy prima de Eze "Sapo". Muy lindas tus palabras... Va a ser muy difícil acostumbrarnos a una vida sin sus locuras y su cariño. Un saludo.
ResponderEliminargracias por dedicarle esas a palabras a mi hermano. gracias por recordarlo. abrazo grande
ResponderEliminarAsi fue,es y sera sapo, un fenomeno con la pelota y si alguna vez fui goleador en un partido es por que el se gambeteaba a 5 jugadores y siempre me la dejaba servida para que defina con mi puntin de burro. Lo vamos a extrañar y siempre va a estar
ResponderEliminarq ganas de volver a verlo aunque sea 5 minutos... solo eso... para hablar con el... saber como esta... no pense q doleria tanto perder una persona a la que no veias tanto... pero se siente y mucho...
ResponderEliminarbuenisimas palabras, yo era amigo de eze y sentia las mismas cosas que estan aca escritas, espero que lo recuerden como el gran futbolista, amigo, hermano y sobretodo como lo buen persona que fue, saludos a la familia Saponare.
ResponderEliminarHola, no conocí ni sabía que alguna vez existió un tal Eze Saponare, recién hoy me entero de él por la iniciativa de su padre sobre la construcción de la pensión p/el club con su nombre. No conozco a quien escribió este blog pero realmte veo que su sensibilidad hacia esta amistad fue muy sincera.. hiciste un relato muy lindo de una historia de amistad (pelota de por medio). Y disculpen mi ignorancia (en el interior desconocemos muchas cosas)pero quería saber cual fué el motivo de su muerte, si algo natural o accidente o... no sé... es sólo curiosidad.. Muy buenas estas palabras.. saludos a su familia (mas allá del tiempo transcurrido).
ResponderEliminarDarío de Concordia.-
Hola, jugué en la 9na división de San Lorenzo junto a ezequiel, tengo una foto con el y el equipo de alcansapelotas. No sé como enviartela. Te dejo mi facebook. Nahuel Antuña. Figura profesor de educacion físicaz soy de ituzaingo y me acuerdo de tu papá que venía a pintita a ver los entrenamientos.. recién hoy me entero, luego te comento como. Abrazo grande.
ResponderEliminarQue lindas palabras. Lo describiste a la perfeccion. Tuve la fortuba de conocerlo, de jugar con él en San telmo, jugabamos en la misma posicion, competencia sana, un gran pibe, muy buen compañero. Seguro esta en paz, se lo merece.
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