Suele pasar que a las visitas no les resulte tan tentador hacer doblete de caminata por Central London. Es un lugar tracionero, con tantas cosas para ver como veredas para patear, lo que suele exigir físicamente a los visitantes. Caminar es un deporte de gente mayor. Pero andar 8, 10 o hasta 12 horas con la mochila a cuestas, a ritmo ligero, casi de marcha, con alguna parada para morfar algo (la birra es de dorapa en la barra, asi que no cuenta como descanso), bueno, cansa bastante.
Previendo esto, pensamos algunas alternativas más tranquilas para el Domingo, por si los visitantes querían bajar un cambio. Dado que son fierreros, las opciones iban por el lado del rubro automotor, que es bastante abundante en el Reino Unido. Ocho de los 12 equipos de F1 tienen sus bunkers acá, por ejemplo. Algunos hasta tienen visitas a la planta, aunque no todos los días, con lo que hubo que buscar alternativas.
Una que me habían recomendado era ir al Mercedes Benz World. Es cerca de casa (15 minutos en auto), es gratis, con precios accesibles para hacer una "driving experience", y hay buenos autos en exhibición, incluso de competición. Parecía medio insulsa frente a la visita a Donington Park, un autódromo que está en la zona de Derby, dos/tres horas de auto al norte. Este ofrecía un gran museo con autos de F1 de todas las épocas, y test-drive más variados. Más caros también, pero quien te quita lo bailado después de dar una vuelta rápida en un monoposto o un Lamborghini, en el mismo circuito que Ayrton Senna ganó en 1993, tras una vuelta inicial que es leyenda.
No obstante, la fatiga del día anterior, más la modorra matutina y un desayuno abundante fue suficiente para decidir ir al mundo de la automotriz insignia de Alemania, aunque estuviera en Gran Bretaña. El lugar vale la pena, se pueden ver desde los pequeños Smart hasta la imponente línea AMG, que por su precio tranquilamente podría ser una de las bestias del safari fotográfico de Jorge.
Hay cuatro autos de Formula 1 en exhibición, pero hay uno más que deslumbra, ya que está suspendido en el aire, a 1 metro del piso, formando una vista explotada. El cartel aclara que no es una reproducción total y minuciosa, sino una representación artística realizada a partir del despiece (bastante completo) de un auto de carrera real. El objetivo es mostrar la complejidad del auto, y de muchas cosas que normalmente no se ven, aunque están.
Me pareció un poco ingenua la aclaración, cómo si hiciera falta tomar conciencia de que una máquina de esas es una obra de arte de en si misma. Ese diseño majestuoso que puede llevar a una persona a velocidades de vértigo, someterla a desaceleraciones abruptas, doblar por curvas imposibles, de líneas elegantes y suaves con el objetivo de cortar el aire y pegarse al suelo, que tiene una explicación para cada gramo de material usado, hasta para capa de pintura aplicada. Quién habrá sido el obtuso que pensó el cartel.
Recurrimos al colage, muchas fotos para un solo post |
Al mediodía hicieron una exhibición con cuatro AMG, manejados por pilotos profesionales, que constaba de dos partes. Una en la pista seca, que no era muy grande y como estaba medio lejos del edificio, no llamaba tanto la atención. Y otra en una pista circular mojada, que recorrían derrapando con total naturalidad.
Entusiasmados con la demo, razonamos que no era tanta deshonra subirse de acompañante, considerando que era mucho más barato, requería menos tiempo, y podíamos copar un auto nosotros, ya que llevan hasta 3 pasajeros (salvo el descapotable, porque es de dos plazas). Sacamos turno con Jofre y con Pupi, y si bien al principio teníamos alguna mínima preferencia, rápidamente nos dimos cuenta hasta el rural familiar tenía la misma cilindrada, holgados 6.3 litros (no olvidar el número, será de utilidad más adelante) que dificilmente se inmuten por el peso o la aerodinamia del chasis.
Y allá fuimos, Pupi sentado en el asiento del acompañante, Jofre y yo atrás. No nos tocó el Wagon, nos tocó el Sedán, y el piloto tenía más bien pinta de chofer, era un tipo grande y gordo, con bigote, que tras el circo anterior de conductores con cascos y trajes antiflama, nos hizo dudar. El auto era automático, otra mala señal.
Fue manejando despacio por la calle lateral que llevaba al circuito, y cuando nos preparabamos para entrar a la pista, dobla para el otro lado, y encara una segunda calle, bastante más ancha, sin acelerar. Nos explica que antes de iniciar el recorrido por el circuito, tiene que hacer una pasada de seguridad en ese sector, para verificar que ande todo bien. Avisa por el handy que va a empezar el chequeo, pone rumbo a tres solitarios conitos que se ven a la distancia, quizás unos 200 metros, y acelera.
Acelera lindo, creo que todos esbozamos una sonrisa de satisfacción al sentir como te pegabas al asiento en el arranque. Pareció casi obvio que iba a probar la distancia de frenado, con la referencia de los conos. Se acercaba sin dejar de acelerar, ni mostrar intenciones de pisar el freno. Uno empezaba a admirarse de la capacidad de frenado del auto, estimando la cuenta, viendo los conitos cada vez más cerca. Pasó de largo el punto de sensatez para frenar, el de arriesgado, y el de totalmente insano, siempre acelerando hacia los tres solitarios conitos. La lógica indicaba que incluso clavando los frenos, con el derrape esperable en asfalto seco, habría que cambiar los conitos en cada pasada por unos nuevos, porque no había forma de que zafaran del pisotón. El chofer siguió un poco más, y cuánto parecía inminente que algún cono gritara "This is Sparta!" antes de la masacre, pisó el freno. Sonó a coro el "clac!" de los cinturón de seguridad inerciales, se escuchó el previsible chillar de las ruedas en el asfalto, y sucedió lo inesperado.
Un reflejo normal hubiera sido decir "eeessaaaa" o alguna expresión similar de entusiasmo. Ninguno llegó a soltarlo, porque la cosa fue muy violenta, y a lo sumo la primera 'e' se debe haber ahogado con la impresión. La lógica era correcta, era imposible que el auto frenara en tan poca distancia. Pero jamás se me ocurrió que el chequeo incluía un brusco volantazo para hacer un zig-zag y seguir como si nada. Una maniobra que si la tratasemos de reproducir con un auto normal resultaría en una impresionante serie de vuelcos, con el auto dando rápidos tumbos y perdiendo partes en cada impacto, para terminar como chatarra en algún desarmadero, o en partes tan grandes como los conitos.
Pero no, cuándo nos recuperamos del sacudón, podíamos ver por la luneta trasera que los conos seguían en línea, que eran los mismos de antes, y seguramente los mismos que vienen zafando desde hace varios días. El auto se movía mucho más despacio, en perfecta linea recta por el carril contiguo al del comienzo de la prueba. El chofer soltó un "si, está todo en órden, podemos ir a la pista", y completó la recta despacio, mientras usaba el handy para confirmar que arrancaba.
No hubo tiempo para que las ideas se acomodasen mucho, porque entro a la pista. El circuito era sencillo: una recta corta (por la que entró, justamente), un curvón rápido a la derecha en el que no dejaba de acelerar, una recta más larga dónde alcanzaba la velocidad máxima, que terminaba en una curva abrupta (frenada en el mismo órden) a la derecha, y volvía hacia la primer recta, haciendo una serie de curvas y contracurvas.
Cómo era sencillo, y el auto había pasado el chequeo, lo pisó a fondo de entrada. Recién a esa altura del "driving experience" tomé consciencia de la magnitud, del real significado de ese número 6.3 que decía el relieve del costado del chasis. Seis mil trescientos centímetros cúbicos de cilindrada. El Lamborghini Diablo, por citar uno de los autos superdeportivos que admiraba en mi infancia, tenía el record de mayor cilindrada entre los "superautos", con 5700 cc3 y un motor V12. Más de medio litro menos que el misil en el que viajabamos. La legendaria Ferrari Testarossa del Out-run ni siquiera llegaba a los 5 litros. Y esos eran autos prácticamente de carrera, mientras que nosotros ibamos sentados en un sedan de lujo, que derrochaba confort, además de motor.
La frenada tras el curvón y la recta generó otro "clac" a coro de los cinturones de seguridad. El último, porque creo que durante el resto del recorrido, fue siempre tenso, a veces a los costados por la fuerza centrífuga, a veces hacia adelante por las frenadas, a veces ambas. Impresionante. Ningún chiste o comentario, todos los sentidos atentos por la sensación de que nos ibamos al carajo en la siguiente maniobra. El piloto (ante la evidencia, resulta injusto menospreciarlo llamándolo chofer) iba tranquilo, tranquilísimo, con una mano en el volante y la otra en el handy, para pedir que vayan preparando otro auto, asi cambia para la próxima tanda. Cómo si fuera un tachero buscando pasajeros en la Av.Corrientes.
En un momento, Jofre logró articular una frase. El iba en el asiento trasero izquierdo, por lo que podía ver en diagonal el tablero del auto. Entre curva y contracurva de la montaña rusa, me pregunta en voz baja, cómo lo hace uno cuándo sabe que puede estar preguntando una boludez, y no quiere quedar justamente como un boludo:
Jofre: -Che (pausa) el velocímetro (pausa) estará en millas?-
Trato de razonar. En el Reino Unido, la unidad de distancia es la milla terrestre, que equivale a 1,6 kilómetros. Estamos en un auto aleman, pero fabricado para comercializar y usar en el Reino Unido, de hecho tiene el volante en el asiento de la derecha. La lógica indicaría que el velocímetro, asi como el odómetro total, el parcial, la trip computer, y demás, esté en millas. Pero a veces las terminales reusan tableros, para bajar costos, que pueden tener la escala cambiada, o las dos escalas. De todos modos, estamos en un auto que se vende a más de 100.000 £ (cien mil libras), no creo que el costo del tablero incida mucho. Si el auto fuera fabricado por Delphi Argentina, no me sorprendería que se mandaran una pichuleada de esas, pero de Mercedez Benz espero otra cosa.
Yo: -Si (pausa) claro (pausa) en qué va a estar?-
(silencio, solo interrumpido por chirridos de gomas en asfalto)
Jofre: -Uh (pausa, traga saliva) la puta madre-
Tras la joda de la pista, la parte del agua era una boludez, todo parecía ir en cámara lenta, y las patinadas eran tan controladas que ni te dabas cuenta. Se acabó el tiempo, y de vuelta al parking, dónde nos dijeron adios y gracias, espero que lo hayan disfrutado.
Si, lo disfrutamos. Eso si, no se lo pudimos decir porque nos costó un par de minutos recuperar la capacidad del habla. Cuándo lo hicimos, no paramos de comentar que había valido la pena.
Después nos fuimos a Windsor, para completar el paseo tranquilo, dónde paseamos por las afueras y el patio del castillo, por la ribera, sacamos algunas fotos más, y disfrutamos del clima, realmente óptimo. Cada tanto, nos acordabamos de los conitos, de las aceleradas y las frenadas.
Cenamos en casa, y asi se fue el fin de semana. Hubo tiempo para que Pupi demostrara que es un tipo muy estructurado, ya que se pasó 2 horas organizando el paseo de 3 horas que haría el día siguiente por el centro de Londres, antes de tomarse el avión a Madrid. También hubo tiempo para que Jofre explicara algunos misteriosos llamados telefónicos, y prácticamente dejara organizado un paseo de unos días de esqui en los Alpes para Enero en 4 frases, en un alto contraste de estilos de planificación.
Ja, ja, ja... de moñito...
ResponderEliminarConcuerdo con tu papá ! más, más notas ! espectacular ! Gracias por deleitarnos con tus experiencias !
ResponderEliminarExcelente!
ResponderEliminarla verdad todas las cosas que aprendemos leyendo... Muy bueno Sebas! un abrazo. Marcos.
jajaja que buena expericiencia!
ResponderEliminary feliz cumleaños pibe!