La sala de espera está llena. Tomamos asiento, y esperamos que llamen a Diana. El tipo de la ambulancia entra y habla con una de las 3 personas de la oficina de atención al público. Lo podemos ver, a través de las ventanillas. Levanta la cabeza, nos señala con la mirada, como aclarandole a su interlocutor que somos nosotros, la loca que se tiene una bola de papel en la nariz y el delirante que viene al hospital de mochilero y con un par de patas de rana en la mano. Al rato sale, se nos acerca y nos repite el cuento de que es una noche agitada, pero que nos van a llamar rápido. Nos dedica una sonrisa digna de un porteño de ley, coronada con un guiño de despedida, y se va.
El que nos va a llamar es un enfermero, el mismo que llamará a todos los demás de la sala, y que según sus problemas, los atenderá, examinará y derivará a otros doctores.
En un hospital público, del conurbano londinese, lleno de gente que puede considerarse londinense, pero dificilmente tiene aspecto de británica. Durante una noche "de locos" por la cantidad de gente, se pueden conocer muchas historias extrañas. Sobre todo si uno tiene tiempo al pedo, y se dedica a observar al resto, jugando a ser Sherlock Holmes.
- Sentado en un asiento, llama la atención un hombre que tranquilamente podría ser la versión india de Joe Pesci. Tiene la mano izquierda levantada, y la punta de los dedos mayor y anular apenas encintados, cómo si tuviera un corte. El brazo levantado contra viento y marea, en todos sus desplazamientos, confirma la sospecha. La indignación para ir a preguntarle un par de veces a enfermero cuándo lo van a atender, como si fuera el primo Vinny. Una historia desgarradora.
- Parado está un pibe joven, que no encuentra posición cómoda. Se tiene el brazo derecho un poco arriba del codo, cómo quien se tiene un algodón cuando le acaban de sacar sangre. Camina bien, no parece tener dificultades psicomotrices. Tampoco tiene cara de drogón que le pifió en el pinchazo, aunque tiene un aire a personaje de Trainspotting. Si es un traumatismo, o este pibe es descendiente de William Wallace, o es un marmota que se chocó el picaporte de una puerta (acá están normalmente a una altura promedio mayor que en Argentina). No creo que tenga sangre escocesa.
- Hay un viejo estacionado en una silla de ruedas, cerca de la puerta del consultorio. Apenas se mueve, está medio postrado. Pero cada vez que sale el enfermero para llamar a alguien, el viejo se despierta y le recuerda que está hace rato esperando, que necesita que lo atiendan, que lo cambien (lleva pañal), etc. El enfermero demuestra tener el tacto de Dr. House, y le dice que espere su turno, que ya le va a tocar. Al rato, le toca al viejo, y el enfermero sale resignado, sabiendo que va a tener que cambiarle los pañales. De bronca, supongo, no le calzará los limpios, sino que se los dejará a los pies de la silla. La gran duda es saber quién fue el tránfuga que trajo al viejo hasta ahi, para dejarlo librado a su suerte.
- Un momento complicado: entran dos tipos, uno que tiene pinta de andar en una Harley Davidson y laburar en la indutria pesada, y el otro que parece Tom Hanks en Philadelphia, que es el que viene mal. Van a la ventanilla de atención, después se sientan en un costado, después se mandan por un par de puertas, aparecen por otra y se vuelven a quedar a un costado. Al rato sale el enfermero, y el motoquero lo apura, que su amigo se siente mal. El enfermero trata de ensayar su papel de duro, pero se choca con una gran interpretación de su rival, al que le salen las frases como si fuera El Padrino. Suelta un "Tranquilo, solo le estoy pidiendo atención para mi amigo, que está tirado" y al voltear la vista, resulta que su amigo efectivamente está tirado en el piso, acostado en realidad, en lo que parece una posición cómoda, sin dolor. Simultaneamente, empiezan a aparecer un par de ursos con pecheras amarillo fluo, que tienen estampado el "Security" en rojo. El motoquero cambia el tono mafioso, y la cosa encara para el lado de Secretos de la Montaña. La discusión baja un par de decibeles, le ofrecen agua para que tome el amigo, y que sigan esperando. Durante el resto de la noche, lo volveremos a ver varias veces, siempre buscando un poco de agua y dirigiendole conmovedoras palabras de aliento a su convalesciente media naranja.
El resto, nada. Charlando tranquilos los que esperan en grupo, leyendo los que llegaron solos. Pero ni con mucha imaginación uno puede tener una idea de qué tienen, si es que tienen algo. Incluso en algunos casos que llegamos a escuchar que declaraban en la oficina, la información era inverosimil. Cómo el caso de un señor que se decía tener un esguince en un dedo de la mano, y pasó toda la espera leyendo un diario, pasando páginas con total naturalidad.
Apenas una mujer, con cara de gastroenterocolitis, o por lo menos con gestos de dolor evidente. Después, 20 o 30 personas, con nula capacidad autodidacta y sin sentido de la urgencia, que por las dudas decidieron ir al médico. Y como el médico estaba cerrado, se mandaron a la guardia del hospital.
En algún punto intermedio entre las 22 y las 23, el enfermero mala onda llamó a "Ri Ana", y pudimos conocer el interior del consultorio.
(to be continued...)
Noooo, de peli !!!!
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