martes, 10 de mayo de 2011

En el JobCentrePlus

Al mediodía fui a hacer el trámite para dar de alta mi National Insurance Number. Dicho númerito es una combinación de números y letras, que se usa para el cálculo, pago y rastreo de lo que serían las retenciones y cargas sociales del sueldo.

Por tener pasaporte europeo, el trámite es sencillo, pero requiere una entrevista personal para dar fe de que uno es quien dice ser, que vive donde dice vivir, y que trabaja en algún lado. A la que hay que presentarse con el pasaporte, algún papel que demuestre domicilio, y un certificado o constancia del empleador. El trámite se inicia por teléfono, y dan turno para la cita, que es en un lugar llamado JobCentrePlus. Está de más decir que hay muchas oficinas JobCentrePlus a lo largo de todo el territorio, de hecho la de Staines está en la cuadra de enfrente de dónde trabajo.

Pero parece que esa dependencia no es tan grossa, porque el trámite de la entrevista lo tuve que ir a hacer a las oficinas que están en Tooting, a una hora de viaje, combinando (de forma sincronizada) tren+bondi.

Asi que tuve que salir un buen rato antes de las 13, hora a la que tenía la cita pactada, para poder llegar a tiempo. Ando con zapatos de plomo después del gaffe en las entrevistas de Marzo! 30 minutos de tren hasta Clapham Junction (un hub importante para todos los trenes del sudoeste de Londres, que tienen a la estación Waterloo como cabecera), 25 más de bondi, y me sobraron 5 minutos. Suficientes para pasarme de largo a pie, y volver unos metros hasta la entrada de la oficina, donde un cartel avisaba "entre por la entrada de la calle lateral".

Adentro se respiraba ese ambiente inconfundible de dependencia estatal. De burocracia administrativa que no entiende de fronteras ni de idiomas ni de culturas, sino de formularios impresos y fotocopiados por duplicado. Completados con letra mayúscula imprenta, firmados a mano con fecha del día, visados y sellados con sello fechador, que a su vez requiere otra rúbrica para garantizar la integridad de los datos.

Hay una persona parada en el medio del hall de entrada, que me pregunta a qué vine - tengo una entrevista agendada para sacar el núm.. - Pase a recepción por acá, expliquele a la señora.
Persona sentada en la recepción, que me mira con la cabeza torcida, porque sostiene el teléfono con su hombro izquierdo, que me pregunta a qué vine - tengo una entrevista agendada a la una para sac.. - Cómo no, anote por favor en este papel su nombre, la hora y el número de verificación que le dieron cuando llamó.

Anoto los datos, le doy el papel, y sin dejar de hablar por teléfono, revisa la lista, en la que mi apellido figura con B, por un error de deletreo supongo. Sin interrumpir la llamada, que trata sobre la gente esperando con turno a las 12:30 y 12:45, me pregunta si ese soy yo - Si, puede ser - sin cortar el hilo de la conversación, empalma con un - y uno de las 13:00, tengo uno de las 13:00 - al tiempo que mete mi papel en un sobre, lo pone en una pila, y remata - Tome asiento, que lo llaman por su nombre, gracias.

Parado atrás suyo hay otra persona, con la que charla 5 minutos cuando corta el teléfono, y luego se produce el relevo, con una armonía y ceremonialidad comparables al cambio de guardia de Buckingham. Irónico, pero Diana, Omar y Franco están a un par de millas de dónde estoy, paseando por las puertas del palacio, donde no se produjo el famoso relevo. Capáz que alternan, un día allá y un día acá, y yo tuve la suerte de estar en el lugar indicado, a la hora apropiada, para presenciar este exclusivo evento.

En fin, una hora me llevó el trámite, no fue tan terrible, porque la persona que me atendió se tomaba el trabajo de llenar ella misma el formulario, y pedirme que revise los datos y firme en la cruz cada tanto. Cada tanto anotaba en una hoja usada datos, en lugares aleatorios, que cargaba en la computadora o que después volcaba al formulario impreso. Incluso me hizo llenar una hoja extra con los datos de la familia, que después leyó para trasladar al formulario oficial.

Me llamaron mucho la atención dos cosas.

Una es que prácticamente no vi una hoja de papel en blanco, sino que eran todas amarillas, con pinta de que se les pasó el tiempo, y no de que era un tono adrede, para realzar el contraste de la tinta negra.

La otra es que de cada 3 nombres que llamaban, por lo menos 2 eran hispanos. Y obviamente que acá, ser hispano es ser de España, no como en EEUU donde ser hispano es ser latinoamericano. Me entretuve un rato  prejuzgando, y viendo a ver si acertaba quienes de los presentes en la sala de espera eran españoles. Acerté varios, aunque es cierto no era muy complicado, ya que el resto de las etnias presentes eran de evidente origen africano, y casos aislados como un oriental (de Asia, no de Uruguay) y una de Europa oriental (el nosecuant-ova del nombre la delató).

La mayoría gente joven, se ve que las cosas están complicadas en la península. Me imagino que unos años atrás seguramente la proporción era al revés, ojalá salgan adelante.

Eso si, como buena oficina pública, no me fui con el número asignado, sino con un comprobante, la promesa de que en 4 semanas iba a tener novedades, y un teléfono para llamar por si pasaban más de 4 semanas sin que me hayan contactado.

A la vuelta, me compré una empanada (posta, y bastante generosa en tamaño) y un roll, ambos de contenido dudoso, o al menos con excedentes de lo declarado, más una gaseosa, todo por 6 libras. Me pareció barato comparado con lo que saldría el mismo menú en el microcentro porteño. Almuerzo en el tren, y de vuelta al laburo.

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